sábado, 1 de noviembre de 2014

El contexto emocional en el aprendizaje: Un punto de partida para superar la apatía de los estudiantes

Recientemente hemos escuchado acerca de un profesor que decidió crear una aproximación más dinámica en su clase de historia, enseñando las lecciones en una dirección diferente: empezando por el presente, el día de hoy. “Este es el mundo que te rodea actualmente y esta es la forma en la que experimentamos vivir en él. ¿Qué ha pasado a lo largo de los últimos 20 años para llegar a donde estamos actualmente? ¿Qué pasó diez años antes de eso?”. Curiosamente, este profesor se encontró con gran resistencia por parte del colectivo de padres, quienes pensaban que esta aproximación era una locura.

Desde una perspectiva neurológica, sin embargo, tiene mucho sentido empezar una clase de historia a partir del presente. Muchos científicos apuntan que el cerebro humano presenta grandes particularidades en cuanto a cómo prefiere acoger la información y acerca de qué información realmente se fija.
Al cerebro le encanta hacer conexiones. Sabemos desde hace tiempo que aprendemos mejor cuando podemos relacionar la información nueva con cosas que ya sabemos.

La mayoría de los profesores saben que, en el momento de introducir material nuevo, es de gran ayuda dotarlo de contexto. Aunque no es suficiente, crear conexiones entre lecciones es un excelente comienzo. Por ejemplo: "La semana pasada aprendimos acerca del sol y la luna, también acerca de la rotación de la Tierra, hoy veamos cómo afecta eso en el día, la noche y las estaciones".

Lo que al cerebro humano le encanta sobre todas las cosas son las historias –la lógica y la emoción unidas para aportar sentido a un conjunto de ideas-. Esa es la explicación de por qué los estudiantes no necesitan que se les recuerde la trama de su película favorita o cada detalle de algún momento vergonzoso por el que han pasado. Lamentablemente, los estudiantes suelen tratar asignaturas como la historia como una avalancha interminable de hechos no relacionados que le han pasado a gente que nada tiene que ver con ellos. Si podemos coger esos hechos que enseñamos y relacionarlos de una forma emocional a lo que los estudiantes ya comprenden, podremos hacer el material más fácil de recordar, más notable.
Este problema va más allá de la idea que tiene un profesor acerca de su clase y está en el corazón del porqué tantos estudiantes dicen que no sienten interés por el colegio/instituto. Aunque se suele asumir con demasiada rapidez que la apatía de los estudiantes responde a pereza, holgazanería o algún problema de actitud, en realidad tiene mucho sentido que a muchos estudiantes no les interese lo que están aprendiendo, ya que nunca se les ha enseñado cómo hacer que les importe o cómo despertar su interés.
La vida de los adolescentes está impulsada, casi en su totalidad, por las emociones: desde el miedo intenso, la ansiedad o el bloqueo que puede suscitar un examen, la evitación de los errores para sortear la vergüenza que esto puede causar, hasta las distintas experiencias y procesos que trae consigo esta edad. Es común que en algunos casos las emociones descarrilen la experiencia de aprendizaje del estudiante, sin embargo es menos común que los profesores muestren a los estudiantes cómo utilizar a su favor la emoción en el contexto académico. Las emociones pueden favorecer la atención y forjar recuerdos duraderos. Si queremos que los estudiantes se sientan comprometidos y que recuerden qué han aprendido, necesitamos introducir un contexto emocional en la clase y en la forma en la que se trabaja el material de la misma.
Pero, ¿cómo conseguir ese cambio? Ante todo, debemos perder el miedo a ser creativos o a volver a lo básico y cotidiano. En clases de literatura, por ejemplo, se suelen discutir los temas y su contenido simbólico, pero no siempre se señala el punto inicial más accesible y emocional para los estudiantes. Un ejemplo de cómo sería introducir este punto de partida, sería: “Mirad, hay palabras complicadas en este texto que estamos estudiando, y también una intrincada trama y simbolismo, pero vamos a partir del hecho de que El Gran Gatsby trata acerca de estar enamorado de alguien que nunca te correspondería, o que nunca saldría contigo. ¡Ese es uno de los sentimientos más fuertes que existen!”. De forma similar, una de las autoras del presente artículo aún recuerda que, cuando era estudiante en el instituto, se le entregó en una de sus clases de literatura un poema para introducir “Matar a un Ruiseñor” (novela de H. Lee). El poema era en realidad la letra de la canción “I’m just a girl” del grupo musical No Doubt, muy de moda en aquel momento y al que la mayoría de los estudiantes escuchaba. Inmediatamente, la clase estaba: 1) emocionada porque sus deberes tratasen de una canción que les encantaba, 2) impresionados de que su profesor supiese quiénes eran No Doubt, y 3) preparados para leer la novela desde una perspectiva emocional –con el tema de la canción en mente: una chica cuyo ambiente le impedía o alejaba de ser todo lo que ella quería ser-. Una letra de una canción le dio a la clase un punto de partida que les hizo relacionar y sentirse entusiasmados para indagar en la novela que se pretendía enseñar según el calendario curricular.
Dado que los adolescentes tienen un contexto muy limitado, puede ser difícil para ellos detectar la resonancia en la vida real del material que se les presenta en clases. No alcanzan a entender que lo que aprenden en clases de matemáticas, hace posible la creación de sus smartphones y ordenadores, o que la mitosis es la explicación de por qué no se desangran cuando se caen en su partido de fútbol, por ejemplo. Si hacemos conexiones simples, estamos enseñando a los estudiantes desde un lugar de comprensión, apreciación y curiosidad. En lenguaje neurocientífico, enseñar a las personas no se trata de proporcionar nueva información, sino de activar la comprensión que ya tienen. En otras palabras, deberíamos preocuparnos menos por aquello que nuestros estudiantes no saben, y enfocarnos primero en lo que ya saben, incluyendo todo el conocimiento que no viene directamente del entorno escolar.
Con una cantidad fija de material que cubrir y un tiempo limitado de clase, es fácil que el educador considere las letras de No Doubt o las lesiones que se pueden sufrir en el partido de fútbol como información “extra curricular”. Pero esa información extra proporciona una pertinencia y aplicabilidad emocional que hace que la información se fije y pueda estar disponible en el momento de presentar un examen y también en el futuro. Los estudiantes pueden tener un conocimiento previo mínimo acerca del tema a tratar en clases, pero todos ellos comprenden lo que es el miedo, la ira, el amor, la emoción, la duda… Así que animémonos a ir más allá de la explicación de los temas troncales del calendario académico y trabajemos para ayudar a los estudiantes a superar la apatía.
Artículo original de Hunter Maats y Katie O’Brien, fuente: edutopia. Traducción de Kreadis. Puedes consultar el artículo original en inglés aquí: To Teach Facts,Start with Feelings.

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